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(IV) LOS MISIONEROS ESPAÑOLES Y LAS LENGUAS AMERINDIAS

Como consecuencia de lo expuesto en los capítulos anteriores, el náhuatl conoció una enorme difusión y se extendió hasta zonas en las que no se utilizaba antes de la conquista. Durante los siglos XVI y XVII, se convirtió en lengua literaria.  La importancia que se le dio al estudio de las lenguas precolombinas fue fundamental. Así lo señala Santiago Muñoz Machado (director de la Real Academia Española y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española), quien afirma que, tan sólo en México, a finales del siglo XVI, se habían publicado ya 109 obras dedicadas a las lenguas indígenas. Se recopilaron canciones, se editaron, como ya sabemos, gramáticas y diccionarios; incluso se llegó a traducir la Biblia. Es digno de mención el reciente hallazgo, en el Archivo Capitular de Toledo, de la primera traducción de los Evangelios al náhuatl, fechada en torno a 1545.


Como curiosidad, cabe señalar que durante el siglo XIX y buena parte del XX, los bibliógrafos dieron mucha importancia a las obras gramaticales y etnográficas de las lenguas y las culturas precolombinas, lo que generó un auténtico negocio de coleccionistas. En cambio, los textos religiosos apenas suscitaron interés, a pesar de su enorme valor histórico y filológico.

 

Durante 150 años, el náhuatl se utilizó en la redacción de testamentos, obras de teatro, poemas, himnos religiosos y otros documentos. Hasta la misma Sor Juana Inés de la Cruz compuso poemas en esta lengua. Sin embargo, la situación cambiaría en el siglo siguiente con la llegada de la dinastía borbónica al trono de España.  En efecto, ya en 1696, Carlos II, último de los Habsburgo, impuso en sus dominios el uso del español como lengua única del imperio.


Autor: Adelaida Porras-Medrano

 
 
 

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